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Héroes del Gobi 2014 2: la región siberiana de Altai

Estamos a mitad de agosto de 2014, en nuestra ruta de más de diez mil kilómetros, la distancia que separa Barcelona y Ulaanbaatar, la capital de Mongolia, el país de destino del 1r Raid Barcelona Mongolia, Héroes del Gobi. Nuestra ubicación: Semey, una ciudad del noreste de Kazajistán, cerca de la frontera con Rusia. Tal y como pudimos leer en la primera parte de este relato de Héroes del Gobi, Kazajistán es un país en parte anclado en el tiempo, con poco turismo y que conserva, en gran medida, muchas reminiscencias de la época soviética. Y Semey es una de esas zonas que respira ese aire provincial y castigado de una región que fué usada con unos fines que horrorizarían a cualquiera: ser el centro neurálgico de los tests nucleares de la extinta Unión Soviética.

Nos levantamos y tomamos, como prácticamente cada mañana, nuestro propio desayuno en picnic. Estemos donde estemos, desde la organización procuramos que cada mañana tengamos pan con tomate, embutidos, café, leche… Y la verdad es que empieza a ser un reto por estas tierras, donde las tiendas presentan productos muy diferentes a los nuestros. Pero lo conseguimos, y todos lo agradecemos.

Hoy es día de cruzar fronteras, y tenemos poca distancia hasta el destino: apenas 200 km. Tomamos la ruta hacia Rusia poco a poco y nos detenemos en Shemonaika, la localidad fronteriza, a contemplar el monumento regional a los caídos en la Segunda Guerra Mundial. Luego repostamos gasolina y nos sumamos a la cola de la frontera. Afortunadamente conseguimos pasar con relativa rapidez, y sin problemas de nuevo. Por fin estamos en Siberia, en Altai… ¡la antesala de Mongolia!

La región de Altai rusa merece un capítulo aparte debido a su excepcionalidad. Es un lugar muy apartado, situado en el centro geográfico de Asia, y que queda muy apartado de las principales rutas. Es por ello que el turismo aquí existe, pero es mayoritariamente interno (rusos de la parte europea). Es un callejón sin salida: si te adentras en Altai, debes deshacer el camino de nuevo hacia la gran carretera Transiberiana, o ir a Mongolia. La carretera M52, principal eje de la región, discurre entre Novosibirsk, capital de Siberia, y la frontera mongola, a dónde nos dirigíamos. Son 800 kilómetros que en un país como Rusia no son nada. Estamos ya acostumbrados a las enormes distancias y los cambios de hora. Entrando a Rusia perdemos una hora más, y ya van cinco respeto a nuestras casas.

La primera noche en Altai la pasamos en unas sencillas cabañas de madera en la orilla del lago Kolyvanskoye, a pocos kilómetros de la frontera. La paz que se respira en este lugar es increíble. El paisaje ya empieza a cambiar ligeramente: más montañas, más verde, más árboles… el mismo lago en sí. Esa noche celebramos la entrada en una nueva etapa del viaje con buena música, una buena cena y una espectacular puesta de sol exclusiva para nosotros.

Al día siguiente nos espera nuestro contacto en la región, Kristina, una joven profesora y guía turística de un pequeño pueblo de Altai, situado muy cerca de la frontera de Kazajistán. El pueblo está en el final de la carretera, y es por ello una ubicación excepcional. Recorremos los kilómetros que nos separan del lago hasta su localidad por la mañana, a través de carreteras secundarias que suben puertos de montaña y que descienden por valles con ríos, en los que nos detenemos a tomar fotos y a cruzarlos con los 4×4.

Llegamos al pueblo al mediodía. El único hotel del lugar es una casa particular habilitada como tal, y nos instalamos en ella. Tras comer y descansar, nos vamos a cambiar las ruedas de la moto de Alicia Sornosa por unas de tacos. Un chico jóven nos cede amablemente su taller y Luis, nuestro mecánico, cambia las dos ruedas en apenas una hora y poco. Al regresar al hotel nos espera Kristina para ir a comprar los ingredientes para hacer una barbacoa junto al río. Primero debemos pasar por la oficina de registro de inmigración de la localidad: según nos explican, es muy raro que haya turistas aquí, y al tratarse de una región tan apartada y cercana a la frontera, quieren registrar nuestros pasaportes. Es un procedimiento habitual, nos cuenta una Kristina acostumbrada a estos trámites con los pocos turistas que recibe en su pueblo. Así que tras el trámite nos vamos ya al supermercado a comprar carne, verdura, cerveza y demás para la ansiada barbacoa.

Llegamos a la orilla del río a eso de la puesta de sol. Desde aquí se puede ver claramente los destrozos que la última inundación dejó en este pueblo. Nosotros estuvimos aquí en abril, durante el viaje exploratorio, y podemos darnos cuenta ahora de los daños contrastando con lo que recordamos del mes de abril. Tras nuestra visita, un par de meses más tarde, un aumento repentino de los niveles de algunos de los ríos de Altai anegaron valles por completo, siendo el río Charysh, el que tenemos justo enfrente, uno de los que más creció. Kristina, que vive a escasos cien metros del río, vio cómo su casa de madera (una típica dacha rusa) se inundaba hasta el metro de altura. En su jardín se veía claramente la acción del agua por todos lados. Según las noticias oficiales rusas, las fuertes lluvias causaron el evento, pero según nos cuenta, los habitantes de la región tienen otra teoría que creen que se les oculta, y es que la caída de una importante cantidad de basura espacial en un glaciar cerca de la frontera provocó que se fundieran grandes cantidades de hielo, y de allí el repentino incremento del nivel de los ríos.

Son historias que corren de boca en boca: aquí cae mucha basura espacial. Nosotros mismos tuvimos la ocasión de ver caer un fragmento en plena noche durante nuestra exploratoria de abril, justo el mismo día en que llegábamos al pueblo de Kristina, y ante nuestra sorpresa, nos encontramos con la expresión de cotidianeïdad de nuestros amigos de Altai, que ven caer basura espacial muy a menudo. Para ellos esto es un problema de difícil solución, pues creen que los restos del espacio afectan gravemente al ecosistema. Nosotros sólo podemos ser testigos de excepción de estas problemáticas y sólo podemos dejar en sus manos el conocer la verdad sobre las repentinas inundaciones de Altai en 2014. Charlando de estos temas y demás se nos hizo de noche al calor de la barbacoa. Una velada inolvidable, ideal para recargar energías y encarar las etapas siguientes.

Seguimos nuestra ruta por Altai de buena mañana a través de las muchas pistas rurales que conectan los pueblos de esta región. Esto ya es offroad del bueno. El paisaje es cada vez más montañoso y a mediodía, tras comer cerca de las cuevas de Denísova, aparecemos en el valle de la localidad de Ust-Kan. El paisaje aquí es indescriptible: tanto, que no podemos evitar para a intentar conseguir una foto imposible, que retrate la inmensidad verde que hay ante nosotros. Este paisaje es muy parecido al de Mongolia. Pero debemos seguir, porque aún nos queda una larga tirada por asfalto siguiendo la M52 hasta Kosh-Agach, localidad cerca de la frontera con Mongolia, en pleno altiplano de Ukok. Ese día llegamos tarde, demasiado, sobre las once de la noche, por lo que tan pronto llegamos nos vamos a dormir a la espera de uno de los grandes momentos de Héroes del Gobi: entrar en Mongolia.