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Barnaúl, Krai de Altai, Siberia, Rusia

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La carretera desde Novosibirsk, la que se considera la “capital” de Siberia, es exquisita y en apenas cuatro horas se puede llegar a Barnaúl, antesala de la majestuosa República de Altai y una de las últimas ciudades antes de Mongolia. Llegamos a media tarde a esta ciudad, un día de finales de agosto de 2010.

Tras días cruzando Kazajistán, atrás había quedado el árido marrón amarillento de la reseca estepa, dando paso al verde húmedo de Siberia y a los bosques de coníferas. La entrada a Barnaúl nos sorprendió con la visión panorámica desde la autovía de una bonita ciudad con aires europeos, atravesada por el enorme río Ob. Barnaúl se desmarca un poco de la línea clásica de toda ciudad rusa: los colores son más vivos, las construcciones más variadas (y no siguen estrictamente el patrón soviético), las calles están más cuidadas, y todo tiene un aspecto más brillante.

Al día siguiente los mosquitos siberianos acechan por la ventana entreabierta y al despertarnos tenemos la piel bien tatuada. Hoy toca turismo del clásico, del de toda la vida. Toca dar una vuelta cámara en mano. Toca comprar los odiosos souvenirs para familia y amigos. Toca cambiar moneda y cargar de víveres el coche para la enorme cola en la frontera mongola.

En la Plaza de los Veteranos de Barnaúl encontramos un banco que nos cambia moneda. Hay varios puestos de souvenirs en la calle y compramos detalles en ellos. Luego, caminamos hacia el mercado municipal, siguiendo la avenida. En el mercado callejero vemos de todo, y nos llaman la atención los típicos gorros rusos. Volteamos por ahí y nos adentramos en el edificio que hay en el centro de la explanada para ver las tiendas de alimentos. El mercado es muy parecido a la mayoría de mercados rusos y de las repúblicas ex-soviéticas, con paradas a media altura y sin separadores. Es una gran sala con mesas metálicas donde exponen los productos. No hay cabinas ni casetas. Es todo un gran espacio abierto.

Barnaúl me está gustando bastante, dentro de lo que cabe. Parece un buen enclave para visitar Siberia. Una ciudad pequeña, no muy masificada, con aire europeo, soviético e incluso chino en ciertos aspectos. Una ciudad de parada obligatoria en ruta hacia Mongolia y un desvío muy interesante en la ruta transiberiana, que no pasa por aquí pero bien merece el desvío para visitar la región de Altai.


Esta entrada es un fragmento del libro «22 días, 11.111km. Rally a Mongolia»,
relato de un viaje por carretera de Barcelona a Mongolia en agosto de 2010

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