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Héroes del Gobi 2015 3: atravesando Mongolia

Estamos a finales de agosto de 2014, en las puertas de Mongolia, el país de destino del 1r Raid Barcelona Mongolia, Héroes del Gobi. Tras haber pernoctado en la localidad de Kosh-Agach, en pleno altiplano de Ukok, nos disponemos hoy a entrar en el que será el país de destino de nuestra expedición: Mongolia.

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Nos levantamos tranquilamente y desayunamos. Hoy nos lo tomaremos todo con calma, pues tenemos pocos kilómetros y queremos descansar de la paliza de ayer. En Kosh-Agach repostamos, cargamos agua y comida y, tras esto, nos dirigimos a la frontera. Realizamos la salida de Rusia y recorremos los veinte kilómetros que la separan de Mongolia. Estos kilómetros son realmente territorio ruso, pero las aduanas están ubicadas a esta distancia de la frontera real, donde sólo hay una barrera y un militar. De este modo, los trabajadores de la aduana no están aislados sino que están junto a la última localidad rusa: Tashanta.

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En Mongolia no podemos entrar hasta que abran la frontera, pues es mediodía y están comiendo. Varios vehículos de otra expedición esperan junto a nosotros. Nos ponemos a charlar con ellos y aprovechamos para comer. Pero tenemos que desmontar el picnic corriendo porque aparecen los empleados de la aduana y nos abren las puertas. Realizamos los trámites con normalidad y entramos en el país… ¡estamos por fin en Mongolia!

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El recibimiento no puede ser mejor: un montón de niños nos dan una calurosa bienvenida. Nos hacemos fotos con ellos, jugamos y después tomamos un té en una guesthouse pequeña que existe nada más cruzar la frontera, donde entramos por primera vez en una yurta mongola, llamadas ger. En esta yurta estuvieron Ewan McGregor y Charlie Boorman duante su viaje Long Way Round, hace ya diez años. Los ger son casas circulares hechas de madera y tela, que se pueden montar en apenas un par de horas. En el centro, una estufa preside la sala y en las paredes laterales, siguiendo el perímetro, se ubican las camas, las mesas y los diferentes muebles de la vivienda: sencillos armarios y lavamanos para la higiene personal. También hay televisión y nevera: el nomadismo no está exento, hoy en día, de algunas de las comodidades más habituales.

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Los primeros tramos por Mongolia son muy especiales: la carretera desaparece por unos kilómetros y es sustituida por una pista que recorre la imponente estepa mongola. Las montañas de Altai se han suavizado, dando lugar a colinas más suaves. No hay árboles, ni uno sólo. Una capa de hierba cubre todo el paisaje: es un prado alpino hasta donde alcanza la vista. La belleza cuesta de describir, y la sensación de rodar con nuestros 4×4 por las pistas de este lugar tan lejano y elevado es indescriptible.

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En Tsagaannuur reaparece el asfalto y desaparece momentáneamente en el primer puerto de montaña importante que nos encontramos, donde ascendemos lentamente por una de las múltiples roderas que se dibujan en la estepa. Tras alcanzar la cima, bajamos unos cientos de metros y retomamos el asfalto hasta Olgïi. Hay nuevos tramos de alquitrán en Mongolia, y hay previsión de asfaltar la ruta principal de oeste a este en unos años. Es por eso que aún se ven, a lado y lado de la carretera, las antiguas roderas campo a través, fruto de años de circulación offroad por el país, y que irán desapareciendo con el paso del tiempo. En Olgïi descansamos y paseamos un poco, retomando al cabo de una hora la marcha para adentrarnos ya en el Altai mongol y llegar al lago Tolbo, donde realizamos la primera acampada en suelo mongol, junto a este lago alpino.

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El siguiente día empezó retante: los primeros kilómetros de puro offroad por Mongolia presentaban algunos retos. Pequeños ríos que había que vadear, algunos de ellos con pasos complicados: entradas y salidas abruptas y con mucho desnivel, que sólo permitían el paso por lugares muy concretos. Buscando estos pasos estuvimos un tiempo y, tras ello, seguimos conduciendo por las pistas cada vez más abiertas de las montañas del Altai mongol. El paisaje: espectacular, indescriptible. Y muy verde, debido a las intensas lluvias del mes de agosto en la región.

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La mañana transcurre después entretenida a través de las pistas. Subimos y bajamos en altitud en tramos pequeños y amenos. Entrelazamos pistas rápidas con altiplanos abiertos de decenas de kilómetros que recuerdan en algunos puntos a muchos otros desiertos, como el marroquí. Seguimos así toda la mañana hasta llegar a la localidad de Khovd, donde almorzamos en un bar de la localidad. La ruta prosigue por la tarde a través del cada vez más desértico paisaje del oeste de Mongolia. Los primeros ciento setenta kilómetros tras Khovd son de asfalto nuevo, y nos acompañan hasta media tarde, momento en el que volvemos a abandonar la perfección del alquitrán para volver al divertido traqueteo que tanto nos gusta. ¡Ya no volveríamos a ver asfalto en muchos kilómetros!

El paisaje se va abriendo cada vez más y va ganando en aridez, pese a las recientes lluvias. Las roderas se tornan múltiples, pudiendo escoger por cuál circular. A veces, se separan unas de otras más de diez kilómetros: no hay problema, al final, al cabo de unos kilómetros, todas convergen en un mismo punto y siguen la misma ruta. Otras veces desaparecen, pero vamos en el rumbo indicado y vuelven a aparecer al poco. El tráfico es muy escaso, así como la población. Rara vez nos encontramos con algún vehículo o algún ger de una familia nómada. Antes de la puesta de sol acampamos en medio de la estepa y celebramos el fin de un nuevo día de ruta.

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Día nuevo en Mongolia y nos ponemos en marcha pronto. Nuestro objetivo de hoy es la ciudad de Goby-Altay, capital de la región del mismo nombre, en pleno centro de Mongolia. Esta región está muy aislada de cualquier rincón del país. Sorprende que la principal vía de comunicación entre una capital de región y la otra sea, simple y llanamente, la estepa. El aislamiento terrestre de estas regiones llama la atención. Pero como siempre, la vida sigue y se desarrolla con toda normalidad posible. A medida que nos acercamos a Goby-Altay vamos viendo más gers. En plena ruta hay un pequeño grupo de ellos alrededor de un pequeño monasterio budista. Entramos a visitarlo y vemos a los niños realizando sus labores diarias. Nos sonríen tímidamente y vuelven a sus labores, concentrados plenamente en ellas. Afuera la vida sigue tranquila, en silencio, y los habitantes del lugar preparan la comida y se sientan a ver pasar el tiempo tranquilamente. Nosotros seguimos nuestra ruta hasta la ciudad, donde llegamos a media tarde. Nos instalamos en los hoteles, nos tomamos un buen descanso y nos reunimos para cenar todos juntos en el restaurante del único hotel de la ciudad que dispone de cocina. Tras la cena, una breve charla y nos retiramos hasta el día siguiente.

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Encaramos el último día de offroad con ganas. Salimos temprano de Goby-Altay con destino a Bayankhongor. Hoy, a excepción de unos pocos kilómetros asfaltados al salir de la ciudad, nos espera una ruta puramente fuera pistas y con algunos retos interesantes: arena y el cruce de uno de los ríos importantes de la región.

Por esta zona del país, la más sureña de la ruta, el paisaje es más inmenso que nunca. Infinitas extensiones de estepa se abren ante nosotros, terminando en ligeras colinas, y salpicadas de miles de trazadas y, a veces, de ninguna de ellas, por lo que de nuevo abrimos camino campo a través. Seguimos gas a fondo circulando en paralelo, a veces lejos unos de los otros, a veces cerca, disfrutando de la sensación de total libertad que otorga la inmensidad de la planície por la que viajamos. Nos vamos encontrando con grupos de dromedarios a los que paramos a fotografiar, y también nos encontramos con mucha más fauna: águilas, pequeños roedores que cruzan la pista ante nosotros, yaks… De vez en cuando, también nos cruzamos con algún vehículo local y también con motards y overlanders extranjeros que están, como nosotros, de ruta a través de este fantástico país.

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A mediodía llegamos al río más grande de la región. En él, en cada orilla, hay algunos ger de familias que viven aquí y ayudan a cruzarlo, además de ofrecer alojamiento y comida. El río está bastante crecido. Tenemos que realizar dos cruces, parando en una pequeña isleta en medio. El primer cruce lo realizamos sin problemas, pero el segundo se torna complicado para la moto. Lo probamos con uno de los coches y buscamos la trazada más ideal para poder pasar con ella. Tras buscar un rato, vemos que va a ser imposible: el nivel es alto, la corriente fuerte y la distancia muy larga para poder pasar. La moto deberá cruzar en un carro, y así lo hacemos, con la ayuda de los locales. Mientras, los dos coches cruzan el río con decisión, con el agua a media puerta. Cuando finalmente estamos todos en la otra orilla y nos disponemos a comer, una tormenta de arena hace acto de presencia. Media hora en la que el fuerte viento nos azota. Nos refugiamos en el interior de los coches hasta que amaina el temporal, y nos ponemos en marcha, siguiendo el rebufo de la tormenta. Así seguimos durante las tres próximas horas, surcando la estepa como si fuéramos a la caza de una tormenta a la que nunca alcanzaríamos y con el sol escondiéndose en nuestras espaldas. Al caer la tarde divisamos la ciudad de Bayaknhogor, fin de nuestra etapa.

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Bayankhongor significa el fin del offroad en Mongolia siguiendo la ruta principal, por lo que al día siguiente seguimos nuestra ruta hacia Ulaanbaatar a través de la carretera asfaltada, a tramos nueva y a tramos antigua, pasando por zonas cada vez más pobladas, aunque aún remotas. El día lo pasamos en ruta, atravesando como siempre paisajes increíbles. Al mediodía almorzamos junto a unos gers a pié de carretera, y a media tarde llegamos a Els Tsakaari, una de las formaciones de dunas de Mongolia más conocidas, que va de norte a sur durante decenas de kilómetros. Una estrecha franja de dunas que sirve como lugar de interés para los turistas, pues está a pocas horas de distancia de la capital. Nos detenemos y hacemos fotos del sitio, jugamos un poco con las dunas, montamos a camello y empezamos a disfrutar del sabor de tener cerca el objetivo. Pese a estar a pocas horas de Ulaanbaatar hoy nos reservamos la noche: dormiremos en un campamento de gers cercano a las dunas, prácticamente solos, donde realizaremos un primer brindis por el hito prácticamente conseguido de llegar a la capital de Mongolia desde Barcelona. Desde la pequeña loma donde se sitúa el ger camp podemos ver un paisaje espectacular, que a veces recuerda a la sabana africana, con las dunas en el horizonte y una puesta de sol que sirve de telón de fondo para un brindis bien merecido.

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La llegada a Ulaanbaatar al día siguiente no será más que un puro trámite, que se sucederá con total normalidad, y que servirá de excusa, nuevamente, para volver a celebrar que hemos completado la primera expedición de Héroes del Gobi sanos y salvos, y que atrás queda una de las rutas más más largas que puede realizarse desde Europa y en la que se contempla, día a día, el cambio entre la sociedad europea y el pueblo nómada de Mongolia. Y cada año volvemos a irnos hacia allí… ¿te vienes?

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